miércoles, 5 de marzo de 2014

Abogacía tradicional y ¿Abogacía? de los Negocios

Cada vez que oigo hablar del concepto “Abogacía de los negocios”, no puedo evitar sentir cierta sensación de lejanía con todo lo que a esta concierne.

Pese a sentir un completo y absoluto respeto por todos los abogados que se dedican a este ámbito (e incluso en ocasiones admiración), cada vez que oigo hablar de este tipo de Abogacía una parte de mi se inclina a pensar, por la distancia con las vivencias propias, en que eso no es Abogacía como tal, sino otra cosa.

Ante todo, decir que lo que me hace sentir esa sensación de lejanía son ante todo los grandes despachos y sus megaestructuras, y no el hecho de dedicarse como tal a ese tipo de cuestiones mercantiles y demás materias conexas.


Pienso en la Abogacía con la que me siento representado y lo primero que me viene a la mente es el típico despacho pequeño, de entre 1 y 3 Abogados, atendiendo a diario a gente de la calle y luchando por su negocio personal todos los días sin excepción.

Despidos, accidentes de tráfico, pequeños delitos, cuestiones de materia civil derivadas del devenir normal de la vida, multas, gente sin papeles, herencias...

No sé. Igual es que no he abierto la mente todavía todo lo que debiese, pero oigo hablar de grandes despachos, que si Juniors, Seniors, Asociados, Socios, Fusiones, Adquisiciones, Oficinas en Taiwan... y me siento hablando de cualquier cosa menos de la Abogacía con la que me identifico.

En cambio, oigo hablar a cualquier abogado de cómo le ha ido la guardia, de que está peleando por sacar adelante un recurso, o porque a una persona no la echen del país o le pague la empresa lo que le debe y pienso: I LOVE THIS GAME.

Insisto en que quizá soy muy tradicional, pero todo esto, la calle, las trincheras, es lo que yo identifico como Abogacía. Aquello se me hace más un negocio, pese a que en puridad es un servicio prestado por abogados (excelentes) y por tanto es Abogacía.

Y es que conseguir que esa persona sin papeles vea un rayo de luz, o que aquella trabajadora cobre lo que se le debe, es lo que de verdad consigue (desde mi punto de vista) la satisfacción más profunda del abogado. Que este ame su trabajo y luche a diario por cambiar un poco el mundo con esos pequeños logros.

Y seguiremos luchando, mientras la vida nos lo permita, desde lo más embarrado de las trincheras.

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